lunes, 3 de diciembre de 2007

¿Quién dijo miedo?


Soy una romántica, lo reconozco. Nuestro profesor de periodismo digital nos ha pasado unos textos que hablan sobre el periodismo, el periodista y el trabajo como periodista. Y al leerlos me he dado cuenta de que el mejor regalo que me podía haber hecho esta vida es haber nacido hace 60 años, cuando el periodismo era, según todas las fuentes, lo que realmente me apasiona. Informar, describir, acercar la noticia a la gente, opinar, ser veraces, actuar con ética... todos los valores que amo del periodismo se acaban de esfumar ante mi como si fuese el efímero humo de un cigarrillo. Kapuscinski hace un diagnóstico sobre el modo de hacer periodismo que a mi me resulta aterrador, “el periodismo-dice- ha dejado de ser una misión y muchas de las personas que trabajan en los medios lo consideran una ocupación como cualquier otra, que bien pueden abandonar para ingresar en una agencia de publicidad o ser corredor de bolsa”. ¿Dónde queda el compromiso? ¿La motivación? ¿El amor hacia la profesión? ¿Qué pasa con el Periodismo? Según el vicedecano de la Universidad Carlos III de Madrid, Javier Galán Gamero, “posiblemente se podrían hacer otros muchos diagnósticos sobre el periodismo actual pero estos dos parecen suficientemente importantes: si el periodista ha dejado de interesarse por los contenidos y le importa más el impacto visual que estos producen –como parece que sucede-, se ha variado mucho la esencia de ser periodista. Y, si por otra parte, el periodista deja de ser consciente de que esta profesión tiene un aparte de misión, y que no es como una profesión cualquiera –como también parece que sucede-, los cimientos del periodismo se conmueven”.¡Dios! Me quedo sin profesión, mejor dicho: me quedo sin pasión. O quizá la palabra tome su verdadero significado y, al igual que Cristo, tenga que soportar los latigazos de la profesión. Porque los textos no hablan solo de lo mal que se encuentra la profesión, que ha decidido dejar a un lado la información para optar por el camino del espectáculo. No, no, no es lo único. Según se dice, el ser periodista, joven (concretamente menor de 26) y recién licenciado puede resultar una auténtica pesadilla. ¡Dios! Soy yo. Así que perfecto: se han caído sobre mí los pilares que mantenían mi idealizada profesión y además, como un torero con puntilla, me entero de que no voy a conseguir un contrato decente en unos cuantos años y voy a tener que aguatar horarios abusivos. Soy una romántica, lo reconozco; pero además debo ser autodestructiva porque aún sabiendo le riesgo que corro quiero ser periodista.

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