jueves, 15 de noviembre de 2007

Con el agua al cuello


Zaragoza es un gran bosque de grúas. Las obras se encuentran por doquier y los desvíos y las calles cortadas son pan nuestro de cada día. Y es que la Expo 2008 está al caer. Hoy he leído en Heraldo que dos tercios del tramo urbano del Ebro estarán recuperados antes de fin de año y que nueve de los catorce proyectos en los que la Confederación Hidrográfica del Ebro y el Consistorio dividieron la intervención en las riberas están prácticamente listos. Aún con todo, el nuevo Club Náutico y el balcón de San Lázaro no estarán listos para la Exposición Internacional. Mientras, un escuadrón de obreros han invadido la capital aragonesa modificando nuestros hábitos y haciendo que lleguemos tarde a prácticamente cualquier punto de la ciudad. Un caos, vamos. A pesar del cual nos encontramos felices y contentos (muchas encuestas así lo demuestran). Y es que no hay nada como unos buenos políticos predicando las maravillas de una ciudad completamente “levantada” en pro del progreso y de su lanzamiento mundial. “Los grandes proyectos necesitan obras y mientras se llevan a cabo los vecinos deben soportar ciertas incomodidades”, palabra de político. Y si no que se lo digan a los pobres catalanes que ven alteradas sus vidas por las dichosas obras del AVE. No pensemos, pues, en lo pantanoso del asunto, sino en lo bonita que estará nuestra ciudad a partir del año que viene y prohibido pensar, también, en que será de todo ese gran complejo cuando la Expo haya terminado. Mucho menos en si podremos pagar (porque eso sí, la Expo la pagamos todos) el remodelado de la ciudad. Mejor dediquémonos a hacer caso a los políticos y vivamos en un mundo de color de rosa, que para gris ya tenemos las grúas, las escavadoras, las vallas, las plataformas y toda la maquinaria que van a hacer de Zaragoza una ciudad mejor.
Ver vídeo: http://www.youtube.com/watch?v=R2R-dmVX8Dk

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